El Diario de la Mañana - 23 de Octubre - Flipbook - Página 8
opinión
El péndulo latinoamericano vuelve a moverse
Los cambios de la América que sigue pariendo cambios.
Por Juan Carlos
Blanco Sommaruga
E
n América Latina los vientos
ideológicos
nunca soplan
en una sola dirección
por mucho tiempo. La
historia reciente vuelve a demostrarlo. Después de una ola progresista que parecía
consolidarse, el mapa
político de la región se
tiñe ahora de matices
más complejos. Bolivia, Colombia y Argentina, tres países que
hasta hace poco compartían la bandera del
cambio social, muestran hoy un giro —no
siempre hacia la derecha, pero sí hacia la
incertidumbre.
En
Bolivia,
el
Movimiento
al
Socialismo atraviesa
su crisis más profunda
desde la salida de Evo
Morales. La fractura
entre el expresidente y
Luis Arce no es solo
una disputa de liderazgo; es el síntoma de un
agotamiento.
La revolución que
prometía redistribución y soberanía nacional se topó con la
burocracia, el desgaste
y la pérdida de relato. Arce intenta sostener un modelo que ya
no emociona, mientras
Morales se aferra a un
protagonismo que el
tiempo y las urnas le
van negando. El MAS,
que alguna vez representó la voz del altiplano y la dignidad indígena, hoy parece enredado en un conflicto
interno más propio de
los viejos partidos que
pretendía reemplazar.
Colombia, por su
parte, vive el drama de
un gobierno que llegó
al poder con una promesa histórica: la primera izquierda democrática en el país de los
paramilitares y las elites armadas. Gustavo
Petro logró lo impensado, pero no lo imposible. Su discurso de justicia social y transición
ecológica choca con
una realidad institucional que lo resiste a
cada paso. Entre la impaciencia de sus bases
y la desconfianza del
centro político, Petro
transita una presidencia de soledad creciente. La promesa del cambio se volvió una negociación permanente
con un Congreso que
lo desgasta y con una
calle que ya no escucha
con el mismo fervor.
8 | Jueves 23.10.25 |
Diario La
Y en Argentina, el
péndulo giró con toda
su fuerza. El triunfo
de Javier Milei significó un golpe simbólico
al corazón del populismo peronista, pero
también una advertencia sobre la fatiga social. El libertarismo del
nuevo presidente es, en
muchos aspectos, un
voto de castigo al sistema político en su conjunto. La inflación, la
corrupción y el hartazgo generaron el caldo
perfecto para un experimento que mezcla
ortodoxia económica
con anarquía discursiva. El giro argentino no
es solo ideológico; es
emocional. El país que
alguna vez fue laboratorio del progresismo
regional hoy prueba un
modelo que promete
dinamitar al Estado en
nombre de la libertad.
Estos tres casos, tan
distintos en su origen,
confluyen en una misma pregunta: ¿se acabó el ciclo progresista
latinoamericano o simplemente mutó? Porque
lo que vemos no es necesariamente una restauración conservadora, sino una búsqueda
de nuevas respuestas
ante viejos fracasos.
Las sociedades latinoamericanas ya no se
conforman con promesas de justicia social;
ahora exigen eficacia,
transparencia y resultados tangibles. El discurso ideológico —de
izquierda o derecha—
ya no alcanza cuando
el bolsillo está vacío.
La región parece entrar en una etapa de
madurez política, aunque no necesariamen-
te de estabilidad. Cada
país ensaya su propio
equilibrio entre Estado
y mercado, entre identidad y globalización.
El giro ideológico no
es solo de los gobiernos; es de los ciudadanos, que votan menos
por lealtad y más por
desesperación. Esa volatilidad es, quizás, la
nueva constante latinoamericana.
En el fondo, lo que
se observa no es un
cambio de color político, sino un cambio de
ánimo. Los pueblos que
antes votaban esperanza hoy votan desahogo. Y cuando el voto
se vuelve catarsis, ningún proyecto —ni de
izquierda ni de derecha— puede sostenerse
por mucho tiempo.
El péndulo, una vez
más, vuelve a moverse.